La mente que miente
Tenemos muchas cosas que agradecerle a nuestra mente.
Pero, a veces, no nos causa más que molestias.
A menudo actúa a modo de barrera entre nosotros y las extraordinarias oportunidades que nos ofrece la vida.
Nuestra mente quiere comodidad. Y por naturaleza le tenemos miedo a lo desconocido al cambio, a salirnos de nuestra zona de confort.
Así que nos miente para intentar detenernos. Estas mentiras también se conocen como razones convincentes pero falsas, “excusas”. Y nadie debe tolerar las excusas.
Claro que no siempre es fácil detectar cuándo la mente te está llenando de mentiras.
La memoria no es una grabación de los hechos.
Platón la define como una jaula en la que se van metiendo y sacando pájaros en función de que se quiera almacenar o recuperar información.
Pero es una jaula compleja, llena de compartimientos y pasillos que los conectan, en la que más que pájaros, existen esqueletos incompletos: un ala, una pata, algunas notas de un canto...
Al recordar, nuestra mente “mediada a su vez por nuestras expectativas, intereses, estado de ánimo”, coge uno de esos elementos (que también fue “grabado” según nuestra particular forma de ver el mundo) y lo reconstruye en una escena lógica, coherente y plausible, es decir, inventada.
De una pluma nace un pavo real; pero quizá, en su origen, fuese de pato.
Preferimos recordar –a menos que seamos depresivos– lo positivo.
Y normalmente organizamos nuestras recreaciones del pasado en estructuras narrativas, dotándolas de sentido, palabras y secuencia temporal, con lo que a menudo nuestros recuerdos son historias que cambian cada vez que las contamos (o nos las contamos), y que a veces adquieren, además, recuerdos de otros que nos hablan del mismo suceso o de algo relacionado.
Cada vez que recordamos, olvidamos un poco...
“Cada vez que recreamos un recuerdo, lo cambiamos; porque no es una reproducción, es una reconstrucción en la que intervienen nuestros sentimientos, lo que cambia nuestro interés por los detalles de ese episodio.
El recuerdo cambia, y nos creemos los cambios, y puede llegar un momento en que el recuerdo sea completamente diferente del suceso original; ya no es memoria, es reconstrucción”.
Somos
"usados por la mente" cuando ella se convierte en la única voz, en una
fuente imparable y frenética de películas mentales que nos condicionan,
preocupan y obsesionan.
En este punto la mente pasa a ser un sustituto
del verdadero yo.
Los
maestros espirituales de todas las épocas nos enseñaron que "para que
haya sufrimiento debe haber MENTE" puesto que el sufrir es un
acontecimiento lingüístico, basado en la categorización de los
sucesos, mientras que el dolor es un acontecimiento biológico
Se trata de una de las grandes trampas de la mente.
El autoengaño se da en aquellas situaciones en las que nos convencemos a nosotros mismos de una realidad que es falsa, pero lo hacemos de manera inconsciente.
La diferencia entre mentira y autoengaño se encuentra en que, en la mentira, la persona es consciente de que no está diciendo la verdad. Mientras que en el autoengaño se acepta como verdad una realidad que es falsa sin ser consciente de ello.
Dicho de otro modo, quien se autoengaña no se da cuenta de que lo está haciendo, o al menos no se da cuenta siempre, y ahí precisamente radica el poder del autoengaño.
Mientras no nos damos cuenta, el autoegaño despliega su poder; a su manera, que podríamos calificar como silenciosa y camaleónica.