EL EGO Y SU JUEGO.
“Busca que no encontrarás jamás lo que buscas”. |
SU DOMINIO SOBRE NOSOTROS Y COMO LIBERARSE DE EL.
El mayor obstáculo en el camino de la ascensión espiritual es el ego.
Este se basa en la personalidad.
Desea controlar y lo hace en todas nuestras acciones.
Este ego no quiere entregarse y contempla la paz como su enemigo y el conflicto como su aliado.
El problema es que nos identificamos con nuestro ego y creemos que decidimos, pero es el quién decide por nosotros. Y mientras estemos identificados con él o con nuestro yo corporal y aceptamos que estamos limitados por lo que percibimos en el mundo físico, no podemos experimentar nuestra verdadera realidad, nuestro yo espiritual.
Si estamos dispuestos a liberarnos de nuestro ego, entonces corregiremos nuestras percepciones.
A través de los ojos de ego creemos que Dios esta fuera de nosotros y que nos castiga por nuestros errores.
Podemos definir al ego como nuestro yo inferior o nuestra personalidad. Es parte de nuestra mente que está separada o disociada de nuestra mente espiritual, que es la que contiene solamente los pensamientos amorosos.
El lema favorito del ego es “Busca que no encontrarás jamás lo que buscas”.
Se preocupa por generarnos juicios condenatorios, pensamientos de ataque y defensa y es un maestro de la decepción. Su objetivo principal es controlarlo todo y creer que así todo está bien.
Sus cimientos se hunden en la duda y en la incertidumbre, razón por la que es ambiguo y ambivalente respecto a todo. Se caracteriza por la complejidad y por la confusión en vez de por la sencillez.
El mundo del ego es un mundo de placer-dolor que para la mayor parte de nosotros, contiene mucho más de dolor que de placer.
La separación es su juego, por lo que hay que pensar primero en uno, consiguiendo y acaparando todo lo que se pueda pretender.
Los celos, la posesividad y el rechazo forman el núcleo de su existencia. El ego no tiene la menor duda de que el centro del universo es él.
Visto a través de los ojos del ego, mi identidad depende de las opiniones y juicios que los demás tienen de mí, al igual que lo que los juicios y opiniones que yo tengo sobre mí mismo. Mi identidad actual es vista como una prolongación de mi pasado.
La atracción del ego por la culpa solo puede ser plenamente comprendida si se considera la naturaleza de la percepción. Porque es el modo en que vemos el mundo que nos rodea el que determina nuestra forma de reaccionar ante el mismo. Y es nuestra percepción la que nos dice lo que vemos, basándose en las interpretaciones y en las evaluaciones de lo que suministran nuestros sentidos. Cada uno de nosotros ve al mundo de manera diferente según cuales sean nuestras necesidades individuales, nuestros deseos, nuestras experiencias pasadas y nuestras creencias actuales.
Nuestras percepciones son en realidad proyecciones de pensamientos que se originan en nuestra propia mente. Puesto que siempre miramos hacia adentro antes de mirar hacia fuera, lo que vemos es nuestro propio estado mental que se refleja hacia el exterior.
La percepción es una elección y no un hecho. Nuestras percepciones están fragmentadas, solo vemos minúsculas porciones de cualquier situación, y nunca la totalidad. Lo que creemos que es verdad solo es nuestra propia interpretación y evaluación de lo que percibimos. Y esto es lo que provoca dificultades y desacuerdos entre las personas.
Tenemos dos voces siempre ante cualquier curso a tomar. La voz del ego y la voz de nuestro profundo ser, ser verdadero, Dios, el maestro interno o como queramos llamarle. La voz del ego nos confunde, creemos que es la nuestra pero no lo es. Nuestra verdadera voz es la segunda y es menos audible por la invasión del ego. Tenemos que relajarnos y buscarla un poco, y surgirá, es más del corazón que de la mente. Una corazonada que debemos seguir.
Nuestro ego dispone de un buen conjunto de imágenes mentales que se basan en nuestras percepciones pasadas de culpa y miedo que determinan lo que creemos que queremos en el momento presente.
Nuestro ego nos engaña haciéndonos creer que estamos tomando decisiones completamente nuevas cada día, cuando en realidad en otro nivel nos dice que tengamos cuidado, que somos vulnerables y que las experiencias dolorosas del pasado pueden volver a repetirse.
Para sobrevivir, el ego nos dice que tenemos que buscar en nosotros la culpa y en los demás, y esta preocupación sobre quien es culpable y quien inocente es la base de nuestro proceso de toma de decisiones.
La proyección es el mecanismo mediante el cual rechazamos las responsabilidades y externalizamos los pensamientos o sentimientos que estamos experimentando, como la culpa, haciendo que alguien sea responsable de ellos. Ese alguien puedo ser nuestro cónyuge, un compañero de trabajo, nuestros padres, nuestros hijos, el presidente, un inspector de cualquier cosa, o cualquiera que juegue un rol en nuestra vida.
Decimos que si ellos se hubieran comportado de otro modo, nosotros no tendríamos las dificultades que estamos teniendo.
Es un hecho psicológico que cuando mantenemos la culpa tratamos de manejarla, ya sea atacándonos a nosotros mismos (lo que se suele expresar en forma de síntomas de depresión o enfermedad física) o proyección de la culpa en los demás.
Vivir atado a la culpa, que es generada por el ego, tiene entre otras las siguientes consecuencias:
- Hace que nos sintamos atacados.
- Justifica nuestros sentimientos de ira.
- Hace que nos sintamos deprimidos.
- Destruye nuestra sensación de paz.
- Hace que nos sintamos sin amor
-Destruye nuestra confianza y autoestima.
Todo esto ha sido experimentado por mi y recién ahora me doy cuenta como funciona, como es el juego del ego que me tenía dominado y no me percataba. Decidía por mí y no lo sabía, pese a que alguien me lo decía, no era conciente. ¿Ven que difícil y sutil enemigo tenemos adentro?
Sólo hay un antídoto conocido frente a la culpa: un perdón completo, comenzando por nosotros mismos y extendiéndolo a todos los que comparten el mundo con nosotros.
El ego mira al perdón de modo ambivalente. Nos aconsejo que perdonemos pero no olvidemos. La falta de perdón es la razón de ser del ego. Continúa justificando que hagamos juicios condenatorios porque su supervivencia depende de que tengamos una creencia mas firme en la realidad de la culpa, que en la del perdón.
Descubro que la única manera de mantenerme en paz y feliz es mantenerme en el presente, perdonando. Esta vigilancia demuestra que el perdón es la llave para ver el mundo de manera diferente.
Perdonar es dejar pasar las cosas, dejar que el incidente pase. Hay que dejar de criticar y hacer reproches.
Tenemos que abandonar, soltar como lastre nuestros planes y dejar que Dios, el Universo o como queramos nombrarle, asuma el control. Todo nos sucede según un plan divino, y es el que debemos adaptar como el plan y no los nuestros.
Todo nos sucede de acuerdo a ese Plan y nos enseña una lección que debemos aprender.
Cada decisión que nosotros hacemos en nuestra vida supone elegir a partir del sistema de pensamiento del ego o del sistema de pensamiento del amor.
Al ego le gusta aumentar nuestras dudas y su voz quiere ser escuchada primero.
Intenta convencernos de que no nos arriesguemos a escuchar la voluntad de Dios porque tal vez no nos guste la respuesta. Yo he experimentado este error muchas veces.
El juego de la incertidumbre y el miedo es el juego del ego.
Con frecuencia nos encontramos atrapados en la racionalización de que seríamos felices si la voluntad de Dios coincidiera con la nuestra.
Esto quiere decir que ya sé la repuesta que deseo por lo que no preguntaré.
Es otra trampa. Hay que fluir, flotar y dejar que el Universo asuma el control, sin deseo, sin desear una respuesta específica.
Y precisamente esto es lo que enloquece al ego ya que su supervivencia depende de tener respuestas que satisfagan sus deseos.
Solo cuando estoy demasiado preocupado por el resultado, mi ego alza su voz que causa interferencia con la voz interna.
No tenemos que librarnos por completo de nuestra ira, culpa y pensamientos de no perdonar, para empezar a oír nuestra voz interna. Es nuestra disposición aunque sea parcial, a presentar nuestros problemas a nuestros guía interno la que hace posible que nuestras percepciones equivocadas se corrijan
La palabra “difícil” se basa en nuestras creencias pasadas de que hay límites a nuestra capacidad de aprendizaje. Debemos confiar en nosotros, en nuestro guía interno y adquirir cada vez más confianza.
Nuestro ego es muy hábil en el modo de diseñar su supervivencia. Y un elemento esencial para dicha supervivencia es el miedo., ya que sin el dejaría de existir. El miedo se basa en la percepción de que estamos siendo atacados.
Debemos abandonar las culpas, los juicios, los reproches y las condenas. Al hacerlo descubrimos que debemos aceptar la responsabilidad de nuestra libertad y nuestra felicidad puesto que lo únicos que puede dañarnos son nuestros pensamientos.
La mente dominada por el ego es muy terca y obstinada. El ego bloquea nuestra conciencia.
Cuando permitimos que la mente de nuestro ego se haga cargo de las situaciones, en lugar del yo verdadero, los celos y los sentimientos de posesión nos consumen. Creemos que la persona a la que amamos nos está causando dolor. El ego nos susurra que estamos experimentando dolor a causa de otra persona y que nuestra ira está justificada. El ego nos enseña que no podemos confiar en nadie, ni en nosotros mismos.
Lleva un cierto tiempo reconocer que nadie puede hacernos daño salvo nosotros mismos. Son sólo nuestros pensamientos y actitudes las que nos causan daño. Luego la perdida de confianza y la decepción son problemas personales e internos que proyectamos a los demás. Esto nos hace más responsables de todo cuanto nos sucede.
En el momento que queremos algo de otra persona le estamos dando el poder de hacernos daño.
Debemos estar dispuestos a abandonar las necesidades de nuestro ego y a verlas como lo que realmente son: ilusiones.
La mente de nuestro ego emplea técnicas muy ingeniosas y sutiles para evitar que nos responsabilicemos de nuestros propios pensamientos. Nos alienta a hacer evaluaciones e interpretaciones de modo que podamos justificar el miedo y las percepciones de dolor y angustia; desea que tengamos dudas e incertidumbres.
No hay que subestimar el potencial de ego para alterar nuestra paz incluso cuando creemos que nuestras mentes están centradas y libres de conflicto. Hay que tener cuidado del poder que tiene la mente centrada en el ego para interrumpir en nuestras vidas cuando menos lo esperamos.
El ego nos persuade a determinar a cuales personas debemos amar y a cuales no, según como actúan o aparentan ser.
¿Cómo podemos aprender a distinguir entre la voz del ego y la del Verdadero Ser? Ambas voces nos hablen todo el tiempo. La voz del ego suele ser seductoramente atractiva y bastante impositiva en sus argumentos lógicos. No hay pruebas objetivas que decidan concluyentemente cuál es cuál. La Voz de Dios es muy suavecita. Para hacer mas complicada la cosa, la voz de Dios a veces nos solicita conductas que son ilógicas, contrarias a procesos intelectualizados, incluso que pueden parecer insanos. Entonces ¿Qué hacer? ¿Dónde y como aprendemos el arte de discernir?
El único consejo verdadero viene de la conciencia total, pero el ego puede simular la experiencia de ella y hacer ruido intentando neutralizar a la Verdadera Voz Interior.
¿Cómo podemos estar seguros de escuchar el consejo de nuestra Voz Interior y no del ego? Para ello habrá que tener desarrollada la intuición y haber aprendido a tener confianza en uno mismo. Por supuesto que esto no es fácil de obtener, pero tampoco un imposible.
El conocimiento de la verdad debe ser cultivado en todos los seres humanos.
Si nuestras acciones, sentimientos y pensamientos están alineados en el intento constante de la conciencia completa, es muy posible que nuestras acciones y consecuencias estén de acuerdo con la voluntad de Dios y no con el ego.
CONTENIDO Y ESTRUCTURA DEL EGO
La mente egotista está completamente condicionada por el pasado.
Su condicionamiento es doble y consta de contenido y estructura. Para el niño que llora amargamente porque ya no tiene su juguete, éste representa el contenido.
Es intercambiable con cualquier otro contenido, otro juguete u objeto.
El contenido con el cual nos identificamos está condicionado por el entorno, la crianza y la cultura que nos rodea.
El hecho de que sea un niño rico o pobre, o que el juguete sea un trozo de madera en forma de animal o un aparato electrónico sofisticado no tiene importancia en lo que se refiere al sufrimiento provocado por su pérdida.
La razón por la que se produce ese sufrimiento agudo está oculta en la palabra "mío" y es estructural. La compulsión inconsciente de promover nuestra identidad a través de la asociación con un objeto es parte integral de la estructura misma de la mente egotista.
Una de las estructuras mentales básicas a través de la cual entra en existencia el ego es la identificación. El vocablo "identificación" viene del latín "ídem" que significa "igual" y "facere" que significa "hacer".
Así, cuando nos identificamos con algo, lo "hacemos igual". ¿Igual a qué? Igual al yo. Dotamos a ese algo de un sentido de ser, de tal manera que se convierte en parte de nuestra "identidad". En uno de los niveles más básicos de identificación están las cosas: el juguete se convierte después en el automóvil, la casa, la ropa, incluso una persona, etcétera.
Tratamos de hallarnos en las cosas pero nunca lo logramos del todo y terminamos perdiéndonos en ellas. Ese es el destino del ego. El ego necesita estar en conflicto con alguien o algo.
Eso explica por qué buscas la paz, la alegría y el amor, pero no puedes tolerarlos por mucho tiempo. Dices que quieres la felicidad, pero eres adicto a tu infelicidad. En último término, la infelicidad no surge de las circunstancias de tu vida, sino del condicionamiento de tu mente.
¿Albergas sentimientos de culpa respecto a algo que hiciste —o dejaste de hacer— en el pasado?
Lo cierto es que actuaste de acuerdo a tu nivel de conciencia, o más bien de inconsciencia, de aquel tiempo. Si hubieras estado más alerta, si hubieras sido más consciente, habrías actuado de otra manera.
La culpa es otro intento del ego de crear una identidad, un sentido del yo. Al ego no le importa que el sentido del yo sea positivo o negativo. Lo que hiciste o dejaste de hacer fue una manifestación de inconsciencia, de la inconsciencia humana. El ego, no obstante, lo personaliza y dice: «Yo hice aquello», y así te creas una imagen mental de ti mismo como persona «mala».
EL EGO PATOLOGICO
En el sentido más amplio de la palabra, el ego es patológico, independientemente de la forma que adopte. Cuando analizamos el origen de la palabra "patológico" derivada del griego antiguo, descubrimos cuán apropiada es cuando se la utiliza para calificar al ego.
Aunque normalmente se use para describir una condición de enfermedad, viene de pathos que significa sufrimiento. Esa fue exactamente la característica de la condición humana que descubrió el Buda hace 2.600 años.
Sin embargo, la persona que está aprisionada por el ego no reconoce el sufrimiento como tal, sino que lo ve como la única respuesta apropiada para una determinada situación. En su ceguera, el ego es incapaz de ver el sufrimiento que se inflige a sí mismo y que inflige a otros. La infelicidad es una enfermedad mental y emocional creada por el ego, la cual ha alcanzado proporciones epidémicas.
Es el equivalente interior de la contaminación ambiental de nuestro planeta. Los estados negativos como la ira, la ansiedad, el odio, el resentimiento, el descontento, la envidia, los celos y demás, no se ven como negativos sino que se consideran totalmente justificados y además no se perciben como nacidos de nosotros mismos sino de alguien más o de algún factor externo. "Te hago responsable de mi sufrimiento".
Esto es implícitamente lo que dice el ego.
El ego no puede distinguir entra una situación y la interpretación o la reacción frente a ella. Podríamos decir, "Qué día más espantoso" sin darnos cuenta de que lo espantoso no está en el frío, ni en el viento, ni en la lluvia, ni en cualquiera que sea la situación. Ellos son lo que son. La espantosa es nuestra reacción, nuestra resistencia interior y la emoción creada por esa resistencia.
Shakespeare dijo, "Nada es bueno ni malo, solamente lo que pensamos confiere esa calidad".2 Además, el ego suele equivocarse al considerar que el sufrimiento o la negatividad le producen placer porque se fortalece a través de ellos hasta cierto punto.
Si pudiéramos observar los cambios fisiológicos que se producen en el cuerpo cuando estamos poseídos por esos estados negativos, los efectos adversos que tienen sobre el funcionamiento del corazón y los sistemas digestivo e inmune y un sinnúmero de funciones corporales, veríamos con toda claridad que esos estados son ciertamente patológicos y que son formas de sufrimiento y no de placer.
Cuando vivimos en un estado negativo, hay algo en nosotros que ansía la negatividad, que siente placer en ella o cree que puede ayudarnos a conseguir lo que necesitamos. De otra manera, ¿quién querría aferrarse a la negatividad, hacer desgraciados a los demás junto consigo mismo, y provocar enfermedades físicas? Por consiguiente, cada vez que hay negatividad en nosotros y logramos detectar en ese momento que hay algo que goza con esa negatividad o cree que tiene un propósito útil, tomamos conciencia del ego directamente.
Tan pronto como eso sucede, la identidad pasa del ego a la conciencia y eso significa que el ego se empequeñece mientras que la conciencia se agranda.
Si en medio de la negatividad podemos reconocer que estamos creando sufrimiento para nosotros mismos, será suficiente para elevarnos por encima de las limitaciones de los estados egotistas y las reacciones condicionadas. Abriremos una infinidad de posibilidades, otras formas mucho más inteligentes de manejar cualquier situación. Quedaremos en libertad para deshacernos de la infelicidad con el sólo hecho de reconocer esa falta de inteligencia. La negatividad no es inteligente.
Siempre le pertenece al ego, éste puede ser astuto, pero no inteligente. La astucia persigue sus propios fines mezquinos. La inteligencia ve el todo más grande en el cual todas las cosas están conectadas. El motor de la astucia es el interés egoísta y su punto de vista es muy estrecho. La mayoría de los políticos y los hombres de negocios son astutos pero muy pocos son inteligentes.
Todo lo que se logra a través de la astucia es perecedero y con el tiempo se destruye a sí mismo. La astucia divide; la inteligencia incluye.
EL EGO Y EL MOMENTO PRESENTE
La relación más importante y primordial de la vida es la relación con el Ahora, o mejor aún, con cualquiera que sea la forma que adopte el Ahora, es decir, lo que es o lo que sucede. Si la relación con el Ahora es disfuncional, esa disfunción se reflejará en todas las relaciones y en todas las situaciones de la vida. El ego podría definirse sencillamente como una relación disfuncional con el momento presente.
Una vez que hemos alcanzado un cierto nivel de conciencia, es decir, de Presencia (y si está leyendo esto es porque seguramente es su caso) estamos en capacidad de decidir qué clase de relación deseamos tener con el momento presente. ¿Deseo que éste momento sea mi amigo o mi enemigo? El momento presente es inseparable de la vida, de tal manera que nuestra decisión se refiere realmente a la clase de relación que deseamos tener con la vida.
Una vez tomada la decisión de ser amigos con el momento presente, nos toca dar el primer paso: mostrarnos amigables con él, acogerlo independientemente de su forma de presentarse.
Y no tardaremos en ver los resultados. La vida se torna amable con nosotros. La gente nos ayuda y las circunstancias cooperan. Pero es una decisión que debemos tomar una y otra vez, hasta que aprendemos a vivir naturalmente de esa manera.
Con la decisión de hacer amistad con el momento presente viene el fin del ego. El ego no puede nunca estar en consonancia con el momento presente, es decir, en consonancia con la vida, puesto que su propia naturaleza lo induce a resistir, menospreciar o hacer caso omiso del Ahora. El ego se nutre del tiempo.
Mientras más fuerte el ego, mayor es el tiempo durante el cual controla nuestra vida. Casi todos nuestros pensamientos entonces se refieren al pasado o al futuro y el sentido de lo que somos depende del pasado, donde encuentra una identidad, o del futuro donde busca su realización. El temor, la ansiedad, la expectativa, el remordimiento, la culpa, y la ira son disfunciones del estado de la conciencia atrapado en el tiempo.
El ego trata el momento presente de tres maneras: como un medio para una finalidad como un obstáculo o como un enemigo. Analicemos una a la vez, de tal manera que cuando ese patrón se apodere de usted, pueda reconocerlo y decidir nuevamente.
En el mejor de los casos, el ego ve en el momento presente un medio para cumplir una finalidad. Sirve para llevarnos a algún momento en el futuro considerado más importante
. Pero el futuro nunca llega salvo como momento presente y, por tanto, nunca es más que un pensamiento en la cabeza
Cuando este patrón se acentúa, lo cual suele suceder, el momento presente es visto o tratado como si fuera un obstáculo a superar. Es allí donde surgen la impaciencia, la frustración y el estrés y, en nuestra cultura, esa es la realidad cotidiana, el estado normal de muchas personas. La Vida, la cual ocurre ahora, es vista como un "problema", y todos habitamos en un mundo lleno de problemas que debemos resolver para ser felices, sentirnos realizados o comenzar realmente a vivir (o por lo menos eso creemos).
El problema está en que, por cada problema que resolvemos aparece uno nuevo. Mientras veamos un obstáculo en el momento presente, los problemas no tendrán fin. "Seré lo que deseas que sea", dice la Vida o el Ahora. "Te trataré como tú me trates. Si me ves como un problema, eso seré para ti. Si me tratas como a un obstáculo, seré un obstáculo".
En el peor de los casos, y esto también es muy común, el momento presente es visto como un enemigo.
Cuando odiamos lo que hacemos, nos quejamos de nuestro entorno, maldecimos de las cosas que suceden o han sucedido; o cuando nuestro diálogo interno está lleno de lo que deberíamos o no deberíamos hacer, de acusaciones y señalamientos, entonces nos peleamos con lo que es, con aquello que de todas maneras ya es como es.
Convertimos a la Vida en nuestra enemiga y ella nos dice, "si lo que quieres es guerra, guerra tendrás". La realidad externa, la cual es siempre el espejo de nuestro estado interior, se experimenta como algo hostil.
Una pregunta crucial que debemos hacernos con frecuencia es ¿cuál es mi relación con el momento presente?
Después debemos estar alertas para descubrir la respuesta. ¿Trato el Ahora apenas como un medio para llegar a una finalidad? ¿Lo veo como un obstáculo? ¿Lo estoy convirtiendo en enemigo?
Puesto que el momento presente es lo único que tendremos, puesto que la vida es inseparable del Ahora, lo que la pregunta significa realmente es, ¿cuál es mi relación con la vida? Esta pregunta es una forma excelente de desenmascarar al ego y de entrar en el estado de Presencia.
Aunque la verdad absoluta no está encarnada en la pregunta (en últimas, yo y el momento presente somos uno), es una guía importante hacia el camino correcto.
Eso explica por qué buscas la paz, la alegría y el amor, pero no puedes tolerarlos por mucho tiempo. Dices que quieres la felicidad, pero eres adicto a tu infelicidad.
En último término, la infelicidad no surge de las circunstancias de tu vida, sino del condicionamiento de tu mente.
¿Albergas sentimientos de culpa respecto a algo que hiciste —o dejaste de hacer— en el pasado?
Lo cierto es que actuaste de acuerdo a tu nivel de conciencia, o más bien de inconsciencia, de aquel tiempo. Si hubieras estado más alerta, si hubieras sido más consciente, habrías actuado de otra manera.
La culpa es otro intento del ego de crear una identidad, un sentido del yo. Al ego no le importa que el sentido del yo sea positivo o negativo. Lo que hiciste o dejaste de hacer fue una manifestación de inconsciencia, de la inconsciencia humana. El ego, no obstante, lo personaliza y dice: «Yo hice aquello», y así te creas una imagen mental de ti mismo como persona «mala».
¿Cómo trascender una relación disfuncional con el momento presente? Lo más importante es reconocerla en nosotros mismos, en nuestros pensamientos y en nuestros actos. Estamos en el presente en el momento mismo en que notamos que nuestra relación con el Ahora es disfuncional. Ver equivale al afloramiento de la Presencia. Tan pronto como vemos la disfunción, ésta comienza a desvanecerse.