Dolor y sanación
Somos tan sensibles, somos tan lógicamente humanos |
Cómo actuar ante el dolor emocional o espiritual
En mi opinión, no sabemos manejarnos bien con las cosas que nos producen dolor.
Somos tan sensibles, somos tan lógicamente humanos, que las cosas que nos duelen nos obnubilan y nos impiden actuar con la conciencia desafectada en los momentos que se presentan.
Somos tan sensibles, somos tan lógicamente humanos, que las cosas que nos duelen nos obnubilan y nos impiden actuar con la conciencia desafectada en los momentos que se presentan.
La
tendencia impulsiva natural, actuando como un mecanismo de defensa y
supervivencia, trata de sacarnos del dolor evitando –o tratando de
evitar- que nos descentre, que nos aflija y atormente, y por eso cuando
llega ese momento nos parece que no estamos preparados, y si lo evitamos
no estamos haciendo lo correcto y si dejamos que nos venza y nos hunda
tampoco estamos haciendo lo correcto.
Lo
mismo que se aplica al dolor se puede aplicar a las emociones y los
sentimientos: mientras están manifestándose hay que entregarse
completamente a ellos, hay que permitir que nos absorban para que nos
permitan conocer toda nuestra humanidad, y sus potencialidades; hay que
vivirlos con toda la intensidad que nos aportan, sin tratar de
depreciarlos, sin pretender aplazarlos para otro momento (porque
cualquier otro momento ya no será igual, ya que los momentos son
irrepetibles), sin negarlos, sin tratar de aplacarlos o enfriarlos con
la razón o la indiferencia.
En mi opinión, cuando se produce, hay que de dejar que se exprese TODO el dolor. TODO.
Es
el único modo de conocerlo de verdad, de saber cuál es su límite y el
nuestro, y la única manera de sacarle la enseñanza que nos puede aportar
en el camino del autoconocimiento.
Reprimir
el dolor, cortar su manifestación natural, o negarlo, es
contraproducente, porque es privarse de la oportunidad que nos está
brindando. Creo que ningún dolor emocional es gratuito.
Ninguno se presenta con la exclusiva intención de mortificar, atormentar, o punzar y sin entregar nada a cambio. Ningún dolor es un tormento y suplicio porque sí.
Ninguno se presenta con la exclusiva intención de mortificar, atormentar, o punzar y sin entregar nada a cambio. Ningún dolor es un tormento y suplicio porque sí.
¿Puede
influenciar la mente en los sentimientos haciéndoles ver –por ejemplo-
que los que producen dolor no son deseados y por ello son rechazables?
La
premisa es que cuando uno está atravesando un momento emocionalmente
doloroso no está para escuchar lo que le parecen monsergas.
No está para razonar porque el dolor acota su capacidad de razonar ya que se centra casi exclusivamente en ese sufrimiento y el origen y los sentimientos añadidos de incomprensión o injusticia.
No está para razonar porque el dolor acota su capacidad de razonar ya que se centra casi exclusivamente en ese sufrimiento y el origen y los sentimientos añadidos de incomprensión o injusticia.
Si
los sentimientos pertenecen al corazón y la razón a la mente, están
condenados a no entenderse. O, cuanto menos, a hablar diferentes idiomas
con diferente ánimo, lo que les condena a la falta de entendimiento.
Cada uno se va a encastillar en su postura y no va a querer entender la
otra.
La
aportación de la mente es esos momentos se ha de limitar a recordarnos
que todos los momentos son pasajeros y que conviene aprovechar el estado
que se ha producido antes de que se difumine y desaparezca.
Somos
humanos. Gran parte de nuestro aprendizaje no pasa por nuestra mente o
nuestra memoria, sino que se recibe y procesa o siente en el corazón.
Ciertas
cosas solamente podemos aprenderlas –y aprehenderlas- sintiéndolas, sin
necesidad de teorización o explicaciones, sin ponerles palabras que
intenten explicar lo inexplicable.
Si
algo nos duele hay que preguntarse: ¿por qué?, ¿a quién le duele? (a la
Persona o al ego), ¿qué sentido tiene este dolor?, ¿qué tengo que
aprender o qué puedo aprender de esto?, ¿qué me estoy diciendo a mí
mismo?, ¿qué me está diciendo mi alma?
Y
puede añadir cuantas preguntas se le ocurran. Eso sí, las respuestas
son necesarias (atención porque a veces se manifiestan simplemente como
un sentimiento, sin palabras).
Y hay que escuchar a las respuestas verdaderas sin descartarlas por ingratas o indeseadas.
No huyas ante el próximo dolor ni te atrincheres en él.
Obsérvate y aprende.Por Francisco de Sales.